Innovadora y experimental, la novela Rayuela, del
escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984), que este año cumple medio siglo de publicación, rompió con los tabúes tradicionales de la
sexualidad, demostró la fuerza del humor (si, lo humorístico también puede ser un producto literario de calidad), reconstruyó la forma laberíntica del
deseo e implicó como ninguna otra antes al lector, no ya como se hacía en la novela policial, donde el agudo lector infería el final, sino que lo convirtió en un constructor activo de su propia experiencia de lectura.
Es una historia
que renovó la magia de París, al hacerla converger simétricamente con el realismo mágico latinoamericano. Junto al río Sena y en los cafés de intrincados
recovecos, el protagonista perseguía a La Maga, esa mujer enigmática,
misteriosa, huidiza, que ha marcado a varias generaciones de amantes.
Publicada en
1963, por la famosa Editorial Sudamericana, en Buenos Aires, esta novela de 155 capítulos (que pueden ser leídos de diferente forma; una que propone una lectura tradicional y la otra con un complejo entretejido de capítulos aparentemente inconexos, aleatorios y distintos, algunos de los cuales inclusive han sido redactados como fragmentos de diarios, otros libros, etc...) es una de las obras centrales del boom
latinoamericano, coinciden los expertos en la literatura de este subcontinente,
entre ellos el escritor y critico peruano Julio Ortega.
“Cortázar fue de
los primeros en romper el tabú de la sexualidad; pero también el primero en
lograr la soberanía del coloquio, esa intimidad de la palabra en el tiempo. Y
no menos viva es la fuerza de su humor, hecho de ironía y simpatía”, afirma Ortega, quien leyó Rayuela el
mismo año en que salió a la luz, cuando él tenía 21 años.
Otro rasgo característico de la novela, celebrado por muchos, es su intertextualidad. Múltiples referencias literarias y artísticas de todo tipo salpican sus páginas, tanto así que la novela exige, según mucho expertos, una excelsa competencia cultural. No solo existen referencias de este tipo; como se mencionó antes, Cortazar elabora fuentes apócrifas y hace confluir otras, elaborando un rico tapiz de saltos guiados (que se mezclan con los capítulos, si se quiere llamarlos así). Por esta razón, muchos, al igual que se hace con su compatriota Borges, tienen a Cortázar como un anticipador de la naturaleza de la web y su tabularidad.
Fuente: Excelsior
Enlaces relacionados:
La Trompeta de Deyá, semblanza de Cortázar, por Mario Vargas Llosa
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